viernes, 8 de septiembre de 2017

Opinar sobre la vestimenta



En mi colegio, como en la mayoría de colegios nacionales, el nivel de inglés era paupérrimo. Íbamos pasando de año, pero cada primer día de clase subsiguiente, el profesor de turno entraba al aula y escribía en la pizarra: “to be”. No entendía cómo algunos de mis compañeros podían desaprobar el curso, si con 2 oraciones estabas al otro lado: “Padre Nuestro y Ave María”. De verdad, con saber “this is a pencil” y “I´m a student” estábamos bien.

Lo que sé del idioma inglés, que en realidad es de un nivel intermedio, se lo debo a mi abuela que ofreció pagarme las clases en un instituto. Ella era generosa en sus impromptues, hasta que se aburría; por eso, había que aprovechar inmediatamente. “En la tardanza está el peligro y en la prontitud el alivio” -decía mi abuela. Yo no vivía con ella y en mi casa no había mucho dinero; así que me iba caminando al instituto cultural muchas veces y muchas otras no muy bien vestido. Y esto último es el tema de este relato.

Un sábado por la mañana, en pleno invierno, fui a mis clases de inglés en mangas de camisa. No tenía mucho frío porque en realidad nunca fui friolento; pero si hubiese tenido a la mano una chompa, me la hubiera puesto. Estando ya en el aula con mis compañeros de clase, ingresó la profesora como siempre hablando en inglés y nos dijo que esa clase no estudiaríamos sino que conversaríamos exclusivamente en inglés. No tendría ella mucho tema de conversación porque decidió iniciar la plática preguntando si yo no tendría frío. Me quedé mirándola sorprendido e insistió burlescamente con algo así como “Is it that you are not cold?” Hasta ese momento, nunca me había importado ni mortificado el cómo iba yo a las clases que tanto disfrutaba. Me sentí muy mal de que me ponga en evidencia, pero le contesté perfectamente en inglés (de Oxford diría yo) que me sentía muy bien así.
Yo tendría unos 14 años, pero ya entonces nadie me pisaba el poncho (como también diría mi abuela). Fui a la Dirección del Instituto e hice mi reclamación con el director. Nunca más vi a la profesora por allí.

Como con todas las cosas malas que suceden, la buena lección fue que hoy en día tengo mucho cuidado con opinar sobre una persona considerando su vestimenta; en realidad podría ser una cuestión de recursos económicos. Podemos ver a una muchacha con un vestido de verano en pleno invierno y pensar que es exhibicionista; o una mujer con leggins mostrando algo de celulitis y preguntarnos cómo no se da cuenta que le queda mal; o a un hombre con un saco que no combina y opinar que tiene mal gusto. Quizá estas personas, sobre todo si son jóvenes, podrían estar empezando y lo único que desean es salir adelante.

Todo esto, lo recordé esta fría mañana de invierno, porque vi a una gordita con un short que le quedaba fatal, jajaja.

-HVG

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