martes, 20 de marzo de 2018

El sonido de los animales según el idioma

Hay cosas que aprendemos sin proponérnoslo y damos por hecho que todos conocen. Es el caso de anoche que, contando historias en una reunión familiar, me sorprendió sobremanera nadie supiera que los animales “hacen” (emiten sonidos) de diferente manera según el idioma que se esté hablando. Esto onomatopéyicamente hablando; o sea, en términos de la imitación o recreación de los sonidos de la naturaleza utilizando un vocablo. Fue muy difícil explicarlo, porque en la mente de todos está que los animales tienen un mismo “idioma” alrededor del mundo. Sin embargo, somos los seres humanos los que hacemos mención de ello y todos nosotros no hablamos el mismo idioma. Fue recién anoche que caí en cuenta de que yo lo aprendí de manera casual y que, inclusive a pesar de vivir un tiempo en Europa, tampoco nunca lo había notado.

Hace algunos años, me alojé en casa de unos primos en EE.UU. y en ella había estudiantes extranjeros de inglés de al menos 6 países de diferente habla. Una noche, creo que por motivo de un cumpleaños, cenábamos todos juntos, incluyendo a la esposa húngara de uno de mis primos y a un amigo del dueño de casa que había vivido muchos años en China. La sobremesa no prometía ser muy buena porque sólo nos podíamos comunicar en inglés y el nivel de todos nosotros era muy bajo, excepto el inglés del dueño de casa y el de su amigo que eran nativos. Entonces, fue que alguien llamó al gato en inglés kitty-kitty-kitty! y yo dije: ¡Hey! en mi país decimos “michi-michi-michi” para llamarlos. No tenía idea que con ese comentario se iba a desencadenar una de las sobremesas más interesantes que he tenido en mi vida. Cada uno de los comensales comenzó a decir cómo se llamaba a los gatos en su país: “tsits-tsits-tsits” en Hungría, “kis-kis-kis” en Rusia, “minou-minou-minou” en Francia, “miez-miez-miez” en Alemania, “kitschi-kitschi-kitschi” en Polonia, “miao-miao-miao” en China, “neko-chan-oide” en Japón, etc. Y resulta que no tiene que ver exactamente con el idioma, sino con el lugar; porque, por ejemplo, en EE.UU. llaman a los gatos diciendo “kitty-kitty-kitty”, pero en Inglaterra “chh,chh,chh” y en Australia “puss-puss-puss”. Todos de tres repeticiones, extraño ¿No?

Bueno, la conversación no quedó allí obviamente. Pasamos a cómo canta el gallo, cómo maúlla el gato, cómo ladra el perro y, en fin, todos los animales que pudimos recordar. De los animales proseguimos con la canción de cumpleaños, el sonido de los autos, motos, aviones, barcos, etc. De allí al viento, el mar, las bombas, cómo suenan las puertas y todo aquello que emite un sonido en este mundo. Obviamente no podría recordar gran parte de toda la conversación, pero no me cabe duda de que fue una gran velada, que hoy podría parecer no tan especial por el desarrollo de la información con que contamos por Internet.

Gracias a Dios hoy en día existe YouTube porque deploro no poder demostrar algo. Aquí les dejo el único vídeo decente que pude encontrar en Internet al respecto; aunque sólo habla de los animales. Antes de verlo, pónganme un “me gusta” porque después se olvidan y me desmotivo, ya me conocen, jajaja.

https://www.youtube.com/watch?v=UP_gkdfWRts

jueves, 15 de marzo de 2018

Fulano, mengano, zutano y perengano

Hace un tiempo leí por allí que “Fulano” era un “N.N.”. Románticamente hablando, no estoy de acuerdo con esa apreciación. “N.N.” proviene de la expresión latina “nomen nescio” que significa literalmente “desconozco el nombre”. Estas iniciales se utilizan en muchos idiomas con el mismo fin; y, por ejemplo, en español es interpretado como “ningún nombre” y en inglés como “no name”. Cuando nombramos a “N.N.” nos referimos a alguien indeterminado, sin una identidad específica y que muchas veces ni siquiera sabemos a qué género pertenece.

Fulano es diferente, es más cercano. Muchas veces está acompañado de sus amigos, que también son los nuestros, “Mengano”, “Zutano” y “Perengano”. Aunque Perengano no es tan popular en Latinoamérica, porque lo llaman despectivamente “Perencejo”, Fulano y sus amigos sí son más queridos. Inclusive algunas veces suelen llamarlos Fulanito, Menganito y Zutanito.

Si alguien duda que conozcamos muy bien a Fulanito y Menganito, le podemos decir que se trata nada menos que de “Fulano De Tal” y de “Mengano de Cual”. También que Fulano es igual de amigo de Mengano que de Zutano. Unas veces lo sigue primero Mengano y otras Zutano.

Todos ellos también tienen hermanas, aunque entre nosotros sabemos que la de “Fulano” no tiene muy buena reputación. “Una Fulana” le dicen; pero esto parece venir de familia, porque algunas veces se escucha decir que Zutanita tiene “Su Fulano”. Al parecer no muy buenas referencias.

Las familias de Fulano y Mengano proceden del norte de áfrica. Sus antepasados “Fulān” (“este hombre”) y su amigo “Man kān” (“quien sea”) se mudaron a la península española hace siglos. Tiempo después conocieron al latino “Scitanus” (“Sabido” “Conocido”); y posteriormente conocieron a “Pérez Mengano” quien fusionó sus nombres, quizá por algún complejo.

¿Cómo podría alguien compararlos con “N.N.”? Dada nuestra idiosincrasia y raíces españolas, ellos nos acompañan de una manera especial desde hace mucho. La cosa es que aunque la historia niegue su existencia, ellos nos han acompañado en infinidad de ocasiones ¡Y vaya que si nos han ayudado a contar historias! A sacarnos de problemas, a evitarnos infidencias, a reemplazar nombres olvidados, a imaginar cosas y, sobre todo, a no mencionar innombrables.

¡Mucho ojo! No hay que confundirlos con “Juan Pérez” ni con “Perico de los Palotes”. De ellos nadie quiere contar nada, todos dicen desconocerlos.

Juan Pérez y Perico de los Palotes tienen sus pares en otros países que, al igual que ellos, no son queridos; o quizá sean ellos mismos con otra identidad. Por si así resulta, aquí les dejo algunos de sus nombres para que los identifiquen y los ignoren también:

En EE.UU. se hacen llamar John Doe, Jane Doe, John Q. Public, Joe Blow, Joe Schmoe, Joe Sixpack, John Smith, Eddie Punchclock y Joe Botts.

En Alemania, Max y Erika Mustermann, Lieschen Müller, Otto Normalverbraucher, Meier/Müller/Schulze, Hinz & Kunz.

En Australia, Fred Nerk, Joe Blow, Joe Bloggs, John Citizen, Joe Farnarkle, John Barry, Simon McCool.

En Canadá, John Jones, Jos Bleau (francés adaptación de Joe Blow).

En Brasil, Fulano, Sicrano, Beltrano, João Ninguém, João da Silva, Zé da Silva, Zé Ninguém, Zé das Couves, Dunha, Dona Maria.

En Italia, Tizio, Caio y Sempronio (y Mevio). Mario Rossi. Pinco Pallino. Tal dei Tali.

En Francia, Jean Dupont, Paul Martin, Monsieur Durand, Monsieur Untel/ Madame Unetelle, Monsieur/Madame X, Pierre/Paul/Jacques.

En Rusia, Ivanov Ivan Ivanovich, Ivanov/Petrov/Sidorov, Vasya Pupkin.

martes, 13 de marzo de 2018

Palabras sin equivalente en otros idiomas

Hay muchas cosas en nuestro idioma que no se pueden decir con una sola palabra (obviamente); y sin embargo, hay palabras que nos describen toda una situación. 

Cuando sólo hablamos nuestra lengua, no reparamos en el hecho de que existen palabras en otros idiomas sin equivalente en el nuestro; que detallan toda una circunstancia y sólo se pueden traducir utilizando dos o más palabras en nuestro idioma. 

Para ser más explícito puedo citar, por ejemplo: la palabra “cafuné” que en portugués de Brasil se refiere a la acción tierna de pasar los dedos entre el cabello de la persona amada; la palabra tagala (Filipinas) “gigil” que describe el incontrolable deseo de apretar a alguien sólo porque lo amas; “hygge” que en danés es el sentimiento de placer que se siente al estar con amigos o familiares; “mokita” de origen kivila (Nueva Guinea) que simboliza aquella verdad de la que nadie habla pero todos conocen; etc.

En español también tenemos muchas palabras que no existen en otras lenguas, como por ejemplo: anteayer, desvelarse, estrenar, sobremesa, querer (en el sentido de amar pero con diferente intensidad), ser/estar (esta extraordinaria diferenciación que no existe en todos los idiomas), etc.

No deseo explayarme tanto, yo sólo quería comentar que a veces pienso en palabras que no existen pero serían muy útiles en nuestras vidas; por ejemplo, debería existir una palabra diferente para los “favores que se hacen a una misma persona con una determinada frecuencia y que pasan a ser como una obligación tácita. Los que se hacen mil veces pero cuando se dejan de hacer un solo día, todo lo anterior deja de tener valor”. 

No deberían llamarse simplemente favores, a mí me encanta hacerlos pero no puedo con estos otros, siempre terminan mal junto con uno. Así que nunca los hago.