RAZA – SEGREGACIÓN – COMPLEJO – CHOLO
Los pueblos antiguos daban más importancia a la filiación familiar o tribal que a los rasgos físicos. Es curioso que los primeros registros de una división de la humanidad en “razas” los encontremos en textos sagrados como, por ejemplo, los del Antiguo Egipto, del judaísmo o del cristianismo.
El concepto de raza con la connotación discriminatoria que conlleva hoy en día, nació en la península ibérica recién en el siglo XIV como medio de segregación y “limpieza” étnica en contra de judíos y moros. En América, para los españoles (recién llamados así con la unión de los reinos de la península) existían tres tipos de razas: la blanca, la negra y la indígena. Aquí confundieron el término indio con indígena (indio en el sentido de indo-americano que aún no existía pero era lo que pensaban). Posteriormente, durante el virreinato establecieron un sistema de “castas” que llegó a considerar hasta 17 “cruzas”. Este sistema de castas se desechó a mediados del siglo XVII debido a que era imposible seguir nombrando nuevas cruzas.
Las ideas asociadas a la raza son producto del colonialismo en el mundo. A partir de la segunda mitad del siglo XIX, otras potencias europeas, como Gran Bretaña, Francia y Alemania utilizaron el racismo científico como medio para justificar el genocidio y la explotación en sus colonias alrededor del mundo argumentando superioridad. Afirmaban que la especie humana estaba dividida en cuatro razas, nombradas a partir del color de piel: raza blanca, raza negra, raza amarilla y raza cobriza. A partir de mediados del siglo XX, científicos evolucionistas rechazaron el concepto de razas humanas.
La palabra “cholo” no siempre tuvo las connotaciones que tiene hoy en día. Antes de la llegada de los españoles a América, tres pueblos utilizaban palabras homónimas “cholo” (pronunciación igual o similar pero con diferente significado) y ninguna de éstas era despectiva. La primera con que tuvieron contacto los españoles fue con la palabra “xólotl” que significa animal en la lengua de los mexica, el “náhuatl” (que suena bien). Los españoles comenzaron a utilizar esta palabra en forma despectiva porque el perro sin pelo mexicano, el “xoloitzcuintle”, les parecía un animal horroroso. A la llegada de los españoles al Tahuantinsuyo, en la costa norte del Perú habitaba el pueblo mochica en cuya lengua “muchik” se denominaba “cholu” al muchacho o joven. Hoy en día, en la costa y sierra nortes del país se sigue utilizando con el mismo significado y también como muestra de cariño. La tercera palabra homónima que encontraron los españoles es la quechua “chulu”, que significa híbrido o mestizo. Es de esta acepción que se origina la del sentido discriminatorio que se utiliza hoy en día, pero no por el uso inicial de los españoles.
Durante el virreinato se utilizaba “mestizo” y no “cholo” en el sistema de castas, y al iniciarse la república comenzamos a llamar despectivamente indios y cholos a nuestros compatriotas que vivían en la sierra. No suficiente con esto, la palabra “serrano” también pasó a ser un adjetivo despectivo. En los virreinos la palabra despectiva equivalente al “serrano” de hoy en día era “montañés”. Con la independencia, los peruanos de ascendencia europea se despojaron de la denominación “criollo” y comenzaron a llamar así a los nativos blancos, y luego los blancos a la mezcla de éstos con los de otras razas en la costa. El sistema de castas español creó en estas tierras tales “complejos” de ida y vuelta que yo creo firmemente que fue en este punto que se jodió el Perú, con el perdón de los lectores.
Lo curioso para mí es que solemos apreciar todo aquello que fue o que es elaborado por los indígenas, pero despreciamos su “raza”; mientras que por otro lado, despreciamos la herencia europea y su proceder, pero apreciamos su “raza”. Esto manifiesta un “complejo” enorme que a su vez se refleja en la discriminación, que en el caso del Perú es la más alta de Latinoamérica y, por supuesto, nuestro mayor problema. Hay mucho de doble moral en este tema, y esto se puede observar en la cantidad de términos de exclusión con que convivimos los peruanos para sentirnos mejor que el supuesto “de más abajo”: gringo, colorado, blanco, blancón, cholón, cholito, cholo, chontril, indio, chuto, sacalagua, del pelo, zambito, zambo, mulato, chino, ponja, jalado, shipibo, charapa, chuncho, etc. Donde, por ejemplo, blanco es mejor que blancón y cholón mejor que simplemente cholo. Increíble.
Deberíamos sentirnos orgullosos de nuestro rico mestizaje; sin embargo, “cholo” (mestizo), la palabra que nos representa como nación, es la misma que simboliza por excelencia el odio, el desprecio, el mal gusto y la viveza criolla entre otras “perlas”. No creo en una eliminación del uso cotidiano de este vocablo, sino más bien en su necesaria reivindicación como expresión de nuestros valores e identidad nacional a través de una política de estado. Allí sabremos lo mucho que vale el "cholo".
PD: No confundir con el acriollado o con el criollazo, esos sí que caen mal.
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